La Primera Novela Buena de Facebook (II)

Capítulo que sigue (Ya olvidé la cuenta ((¡es el quinto!, grito alguien del público, gracias, contesté y comenzó el V capítulo)))

El narrador escribió: “Galo bailaba elegantemente con una enigmática mujer que nadie conocía en el salón”. Pero Galo Olivares no estaba de ánimos para representar papeles decimonónicos. Él –como cualquier persona real en época de elecciones– había comenzado a sentir comezón en sus derechos y obligaciones. Y decidió pararse en otra esquina de la historia: en la fila para las votaciones para Presidente de la República Mexicana de Oriente. Eran las siete de la mañana. La fila apenas daba la vuelta a la esquina. Tal vez, cincuenta personas, calculó. A las dos estaría de vuelta en su casa para ver el partido del Barcelona.

Sin embargo, como toda historia fantástica, la fila no se movía… ni se movió. Los guardias de la entrada no permitían el paso. Algunos gritos, reclamos, por aquí y por allá. Nada más. Y como suele suceder en cualquier atasco o Autopista al Sur, la gente comenzó a merodear los alrededores. Tal vez era cosa de algunos minutos. Los que iban acompañados apartaban su sitio y regresaban con Coca-Colas. Otros, aprovechaban para vender banquitos y aprovecharse del cansancio de los mayores. Cien pesos, decían. El cielo se nubló. Los vendedores de paraguas se presentaron. Trescientos pesos, decían. El tiempo pasaba. Y la gente no se movía. Habían pasado hambre, estaban empapados, ahora votamos porque votamos, decían.

El Barcelona había ganado 4-0 con dos de Messi. Esto alivió un poco el cansancio pero ya comenzaba a atardecer y a quién carajo le importa Barcelona cuando queremos elegir a nuestro Presidente de México. La noche cayó. Alguien encendió un televisor en el puesto de tacos. Ya se sabían los resultados. Calderón había sido electo nuevamente, había vuelto a ganar. Pero la gente que formaba la fila de la calle Corregidor ni se inmutó. Ellos querían votar y no se moverían hasta conseguirlo. Dos días pasaron. Galo tenía unas ojeras gigantescas que se hundían en su rostro mientras las sombras se alargaban y recortaban en el piso gris realmente gris de la banqueta. Los festejos oficiales pasaban por la calle. Pero la fila no se movía. Querían votar, participar, que se les tomara en cuenta.

Galo Olivares ejerció su voto tres días después… Deshidratado, tachoneó alguno de los logos de los tres partidos. En el registro oficial apareció que había votado a las 11 de la mañana del primer día y en la nota se leía: “regresó a su casa para ver el partido del Barcelona, salvo, sano y contento por participar de la Democracia de este gran país”.

Capítulo VI o Segundo Capítulo Malo

Algunos lectores seguían asombrándose de que existiera Galo Olivares real. Lo habían encontrado por la calle y le contaban que había un tipo llamado Gabriel Martínez Bucio que estaba escribiendo sobre él en Facebook. Esperaban reacciones violentas, demandas por derechos de autor, estupideces modernas… No se daban cuenta que Galo Olivares no tenía nada que ver con el Galo Olivares ficticio. A pesar de cada G-A-L-O-O-L-I-V-A-R-E-S que formaban sus nombres. Incluso si ambos hubiesen sufrido fielmente las mismas fortunas y desdichas, no compartían absolutamente nada. Y tampoco se habían percatado que Gabriel Martínez Bucio no era Gabriel Martínez Bucio, sino otra construcción circunstancial.

Pero… esos lectores… cuando salían de una función de Cine o Teatro, soltaban un rotundo: “el escenario no era creíble”, sintiendo que habían señalado una verdad irrevocable y que su observación era tan valiosa como si hubiesen descubierto la división de los quarks. Eran los mismos que pensaban que los libros de Historia de México es la Historia de México; eran los «Cartógrafos que levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él»; era el público que sigue compadeciéndose de Madame Bovary aunque sus costillas estén formadas por tinta y no por huesos.

¿Qué le sucedía a esas personas? No deberían estar en Facebook a esta hora de la noche sino en alguna cita. Algunos de ellos exigían historias (un lector había desenfundado su pistola y otros habían arrojado piedras al autor, como en algún pasaje Bíblico) pero La Primera Novela Buena de Facebook ofrecía escritura y sin embargo, estaba formada de la misma materia que cualquier otra. ¡Eran letras! Lo mismo una metáfora, una coma, o un héroe escapándose por las catacumbas de Roma o peleando contra Molinos de Viento.

(DEMASIADOS PUNTOS SUSPENSIVOS)

Aún quedaban cuatro capítulos para terminar la novela y el narrador ya no sabía qué más escribir. Facebook tenía tan poca realidad que a la primera novela le reclamaban una alta dosis de ficción. ¿O era al revés? Ya daba igual.

Capítulo VII o el Primero del 2014

Después de la pausa que implicaron las vacaciones decembrinas (periodo en el que Galo Olivares pidió no ser molestado, de la misma forma que lo hicieron los lectores de La Primera Novela Buena de Facebook), Galo se presentó formalmente a la oficina de personajes postales. Llegó temprano. Con mucho ánimo de trabajar (la misma actitud se alcanza a ver desde aquí de los lectores que han retornado a sus puestos laborales) y representar el papel que le correspondía dentro de la novela. Hasta este momento había querido ser pintor… y no lo había conseguido; había querido jugarle bromas a los paseantes… y no lo había conseguido; había querido ejercer su derecho constitucional al voto (donde se asegura que es una “persona física y moral”)… y no lo había conseguido. Así que durante su descanso invernal pensó seriamente qué hacer.

Entró en la oficina del narrador y se pusieron a discutir posibilidades textuales. Conversaron durante largo tiempo pero en esta novela nada se oyó. Simplemente, alcanzamos a observar a Galo Olivares alejarse rápidamente y el portazo no se escuchó como un signo de interrogación porque entonces esto sería una mala canción de Joaquín Sabina y no La Primera Novela Buena de Facebook.

Después supimos que el narrador ya no podía más porque Galo no me sigue la pluma, ¿me entienden? ¡estoy harto!, yo escribo y escribo aventuras increíbles y él no quiere participar, intenté cambiarle el nombre pero no lo intuyo de la misma forma, quizá, si algún lector prestara su nombre podríamos aprovecharlo y escribirle su vida, seguramente sería más interesante que la que llevan, de lo contrario no estarían a esta hora leyendo este capítulo con ese café o té o lo que sea que beban en esa taza que tienen en la mano.

Disculpen los malos modales de nuestro narrador, querido lector. Él ya se ha ido para siempre de la novela, por favor, discúlpenlo, estaba enfadado, no le hagan caso a sus declaraciones pues estamos seguros que sus vidas son muy interesantes.

Ahora bien, La Primera Novela Buena de Facebook se acercaba al final y se había quedado sin personaje y sin narrador. ¿Cómo podríamos continuar?

(*) Novela por entregas (¡en pleno siglo XXI!) de 10 Capítulos publicada en el Facebook del autor entre el 2013 y 2014.

Deja un comentario