La subversión del drama en la metaficción de Vidrios en el parque

Prepárate lector. Acomódate en tu asiento para ver cómo los músicos afinan ya las cuerdas. El arco de los violines es una risa tibia que nos devuelve un cálido eco de la infancia. El actor es un joven llamado Gabriel dispuesto a hacernos ver la dicha de la locura que hay en querer seguir siendo un niño. Porque no queda claro que este modelo de vida “normal” sea el que haga verdaderamente feliz a la gente.

Fragmentos a su imán

Te falta el aliento. Tiemblas y sonríes, has vivido engañado hasta esta noche. A la mitad de este desfile de fuegos fatuos encuentras a alguien que te supera en maldad: una hembra tiburón, hermosa y negra, flota envuelta en una tempestad de olas mientras le hace el amor a un poeta que no sabe si es Montevideano o Montparnassiano. Sus muslos se aprietan sobre la piel viscosa del monstruo. Brazos y aletas, gargantas y pechos. Se reconocen, se mastican, se incrustan, se asesinan. Es la crónica de un instante, la continuación de la nada, la espuma de los días.