Dos Días, Una Noche

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Alguna vez, Jean Luc-Godard sentenció que lo único que necesitaba para hacer una película era una pistola y una mujer. Ahora bien, qué sucedería si –como las obras del grupo de la Oulipo– agregáramos una variación, una limitante que nos obligara a replantear la cuestión. Por ejemplo, quitar la pistola. ¿Sería factible realizar un filme sólo con una mujer? ¿Pero un buen filme? Señoras y señores, dejemos de lado la agobiante industria cultural hollywoodense y hablemos del Séptimo Arte.

En efecto, los cineastas belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne lo han conseguido extraordinariamente con Dos Días, Una Noche, una poderosa cinta protagonizada por Marion Cotillard y que se desarrolla en un fin de semana de una provincia obrera belga.

La historia comienza in media res, cuando Sandra recibe una llamada telefónica que la obliga a levantarse de su cama y contesta con un afectado “no”. Poco a poco, nos enteramos que ha estado ausente de su trabajo por un extenso periodo de tiempo y que se encuentra en una situación agobiante: el jefe ha ofrecido a sus colegas una paga extraordinaria por la carga de trabajo en su ausencia. Sin embargo, la condición para que acepten el dinero es que Sandra será despedida. La votación final será el lunes.

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Entonces Sandra –apoyada incondicionalmente por su esposo– dispone sólo de un fin de semana para visitar a dieciséis personas y tratar de convencerlas de renunciar a la paga para que ella pueda reincorporarse. Cabe destacar la mesurada y brillante actuación de Cotillard, llena de sonrisas amargas, nudos en la garganta, tensión corporal y la dignidad de no querer causar lástima.

Con esta sencilla primicia, los Dardenne despliegan su enorme capacidad para entregarnos una obra maestra. Precisamente en un momento donde el cine comercial apuesta por tramas complicadas llenas de efectos especiales. No querido lector, cuando se tiene verdaderamente algo qué contar, no hace falta tanta parafernalia para distraer. Lo único que se requiere es una mujer, una historia y la cámara de los Dardenne.

El relato es un péndulo que se mueve entre vencer al orgullo de pedir ayuda, y el desaliento de no conseguirla, es decir, entre el pan y la dignidad. ¿Qué tanto derecho tiene Sandra de solicitar que los demás trabajadores renuncien a un dinero que les pertenece y que los ayudará económicamente? La cuestión moral se complica admirablemente y la audiencia comienza a hurgar en su propia conciencia, algo que no se sentía desde hace mucho tiempo en las salas comerciales de nuestro país.

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Para terminar, dediquemos unas líneas a la música. Luc Dardenne ha mencionado en sus Diarios el constante chantaje sentimental (a mí me gusta llamarlo “porno emocional”) con el que trabaja Hollywood para suscitar diversos estados de ánimo en el espectador: conmoverlo cuando se rescata a una orca, sacarle las lágrimas a punta de notas agudas cuando unos amantes por fin son felices, o provocarle tristeza a la audiencia en determinadas escenas.

Ahora bien, Dos Días, Una Noche no utiliza música sino en dos ocasiones donde la historia es atravesada por ella. Es decir, las canciones influyen y participan en la trama principal, y no se limitan a actuar únicamente como sonoros telones de fondo. Algo que se agradece profundamente a los hermanos Dardenne, pues respetan la inteligencia del espectador.

Publicado en Cinema Tradicional, 11 Febrero 2015.

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